domingo, 31 de agosto de 2008

A veces cuando estoy a punto de decir algo, se me olvida. Me pasa seguido. Cuando estoy recién despierta, en la cama se me ocurren cosas, ideas de todo tipo. Son aleatorias: no las manejo, me vienen. Una vez que estoy levantada, apenas adopto la posición horizontal, se esfuman. Hago infinidad de cosas para acordarme, pero una vez que me reincorporo a mundo no tiene caso, estoy afuera. La gravedad de la cama lo puede todo. Al principio atribuía mi desconcentración a otras cosas, pero todavía no se bien porqué. Quizás eso otro influya.
Las hijas de mis vecinos de abajo gritan demasiado. Ya me aprendí sus nombres: Agustina y Antonella, la que más habla. Me pregunto cuál de ellas será la mas fuerte. Apenas alguien grita o se queja, se desencadena el caos familiar: madre, padre, hermana y abuela. Suelen ser insoportables. Solían. Por momentos lo fueron. Hasta que empecé a aceptarlos y parecieran gritar menos en consecuencia. Como si la actitud de ellos dependiera en algún punto de la mía, pero en modos invisibles, porque no me conocen. Yo sólo los cruzé alguna vez en la calle. Los reconocí por las voces. Raro. Un pingpong de las emociones entre vecinos. Ni siquiera compartimos el mismo departamento. Viven en un PH a dos puertas de la de mi casa, su patio es amplio y se escucha cuando gritan. Casi siempre se escucha. A veces hacen asaditos los domingos, cuando yo me escapo a lo de mis viejos a pasar el dia. La pareja que vivió en este departamento durante más de dos años lo comentó a mis padres y a la portera. Me enteré tarde.
En uno de los momentos mas caóticos post mudanza, mis vecinos vivían peleando. Durante todo ese tiempo estalló la furia familiar: peleas a los gritos a la madrugada, días de semana. Pensé en volver a mudarme, varias veces lo pensé. Poco después apareció un personaje nuevo: la voz de la abuela, madre del señor. Hubo peleas cuñada-suegra, madre-hijo, padre- hijas, abuela-nietas. Golpes y llantos. Gritos de niñas desconsoladas. Puteadas de voz ronca. La disfuncionalidad argentina hecha realidad familiar.
Sus voces funcionan con mi pensamiento: los pienso sin querer y aparecen. Como actores que esperan el momento exacto para salir a escena. Mi pensamiento es su pie.
Hace un tiempo, mi madre me comenta algunas tácticas para mejorar las relaciones que ilvolucran el pensamiento como motor de la energía. Las pruebo. Creo que funcionan. Los escucho poco. Un milagro. Hay una energía que se propaga siempre y cuando sepa cómo conservarla. Mi casa parece incluso más limpia, más ordenada. Pienso en la idea de casa como santuario propio, como lugar que habla de uno. Empiezo a notar esa importancia que tienen los vecinos y qué rara es la relación con ellos de por sí, mas allá de comportamientos y formas de ser de cada uno. Hablo de la relación (no solo) geográfica de la vecindad: ¿en qué consiste? ¿cómo se construye? ¿cuales son los límites? y si hay algo que me molesta de ellos ¿qué es lo que me están reflejando de mí?

Hace un rato, pasó algo en la calle. Gritos y mas gritos. Estuve a punto de bajar. Sé que fueron estos vecinos, lo presiento. Eran sus voces. Una mujer que repetía ¨hijo de puta¨, ¨devolvela¨, traela para acá¨. Era la madre, la mujer de este tipo, el golpeador, el borracho, el padre de las nenas.

viernes, 29 de agosto de 2008


Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan

para que no las puedas convertir en cristal.

ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo.

ojalá que la luna pueda salir sin tí.

ojalá que la tierra no te bese los pasos.

ojalá se te acabé la mirada constante,

la palabra precisa, la sonrisa perfecta.

Ojalá pase algo que te borre de pronto:

una luz cegadora, un disparo de nieve,

ojalá por lo menos que me lleve la muerte,

para no verte tanto,

para no verte siempre

en todos los segundos,

en todas las visiones:

ojalá que no pueda

tocarte ni en canciones.




Silvio Rodríguez

¨Ojalá¨
Hoy estamos invisibles

(entre tantas otras cosas)

jueves, 21 de agosto de 2008

las cualidades del tiempo
cambian
se amontonan

como la ropa en las sillas
de mi monoambiente

miércoles, 20 de agosto de 2008

hola

soy nosotras, pienso.
Se me ocurren estas frases sin sentido como queriendo decir algo importante. En realidad, me sale mucho el sinsentido, aparece seguido, me sale bien. Coincide con una revuelta interna, con muchos cambios, fuera de ellos no tendría sentido. Y realmente siento que no soy una, que soy nosotras. y esas nosotras no parten de mi. Se comparten. Las comparto con otros u otras. Todavía no sé bien con quienes.Esta deformación que tiene lugar en mí es tan hermosa como incómoda, tan liberadora como inoportuna. Eso último, en especial.
Es como deformarse siendo observada por millares de ojos curiosos hasta el cansancio (el pecado de mirar lo que no se debe, lo ajeno). Me siento tan privada de mí que ya no soy la misma: renuevo mi casa por dentro y me transformo. El circuito cambia: se airea, vuelve a elegirse, se marea, se siente centro de atención, se incomoda. A veces toda seguridad pareciera extinguirse.
La vida como un juego de ping pong, el destino como la pelota que se tira y luego vuelve con la misma intensidad. No se sabe exactamente como va a volver, se puede intentar presentir, programar. Cuando algo particular nos sacude, es la pelota que está volviendo. Pero cuando la realidad interna cambia, es como si la pelota de ping pong hubiera caído ahí: en la superficie de la raqueta, en algún punto de ella. La molestia nunca es fortuita. Es espejo de otra cosa. Esa cosa es interna. El propio reflejo en el espejo provoca infinidad de sentidos, ideas, emociones. Todos somos reflejos. Algunos lo son más con otros, por infinitos motivos que se reflejan entre sí. El poder es tan impersonal como esa pelota. Transcurre como la felicidad o la tristeza. No le pertenece a nadie, pasea invariablemente por sobre todos nosotros o ¨todos los otros¨. Es nada más que un proceso.
Como el trayecto de una pelota que se traslada de un lado a otro. Es un estado de fulgor. De ¨entrefuerzas¨.

anoche, por msn

el- ¿te gusta el dolor?

yo- depende.

martes, 19 de agosto de 2008

Ufff...

Todo a nuevo. La posición de los muebles en la casa, la carrera nueva, los proyectos nuevos, el viaje.
Mucho de todo esto pasa como si fuera impersonal, como si desde algún lado le estuviera pasando a cualquier otro. A cualquiera, menos a mi. Mejor dicho: yo soy cualquier otro, cualquiero otra. Da lo mismo, parece. Estoy afuera, como un comodín. Como si ¨fuera¨, pero sin ser. Desde afuera.
Incapaz de cargar mi realidad entera. De entenderla. Todo a nuevo y yo también. Pero no tanto. En la fachada, como si pensara distinto. Como de mentirita borro el pizarrón y hago de cuenta que vuelvo a empezar cuando en realidad no entiendo lo que es empezar de nuevo. Lo siento, lo veo. Parte de un caos enorme, cierto engaño que intento aceptar para quedarme con alguna certeza que no. No se. De golpe, las necesidades viejas. Como después de un desmayo en cuyo lapso no dejaron de agolparse cosas, sucesos de cuya realidad no sé.
Pierdo el hábito, me siento lisiada de palabras. No sé si caí o me autoconvencí de haberme caido, cuando en realidad nada de eso pasó. No se si fingo como un niño finge fiebre para no ir al colegio y para ser creíble tiene que sostener esa ficción (como cualquier otro que lo cree). Eso también es una pérdida. El fingir marea.
En realidad, creo que se finge porque se siente que ciertas partes de la realidad son una ficción extrema. Que es así o que mi mirada las transforma. Tan mareada o desaprendida, lisiada reaprendo a moverme como si me hubiera olvidado de como hacerlo. Y en verdad, así lo creo. O quiero creerlo.