martes, 19 de agosto de 2008

Ufff...

Todo a nuevo. La posición de los muebles en la casa, la carrera nueva, los proyectos nuevos, el viaje.
Mucho de todo esto pasa como si fuera impersonal, como si desde algún lado le estuviera pasando a cualquier otro. A cualquiera, menos a mi. Mejor dicho: yo soy cualquier otro, cualquiero otra. Da lo mismo, parece. Estoy afuera, como un comodín. Como si ¨fuera¨, pero sin ser. Desde afuera.
Incapaz de cargar mi realidad entera. De entenderla. Todo a nuevo y yo también. Pero no tanto. En la fachada, como si pensara distinto. Como de mentirita borro el pizarrón y hago de cuenta que vuelvo a empezar cuando en realidad no entiendo lo que es empezar de nuevo. Lo siento, lo veo. Parte de un caos enorme, cierto engaño que intento aceptar para quedarme con alguna certeza que no. No se. De golpe, las necesidades viejas. Como después de un desmayo en cuyo lapso no dejaron de agolparse cosas, sucesos de cuya realidad no sé.
Pierdo el hábito, me siento lisiada de palabras. No sé si caí o me autoconvencí de haberme caido, cuando en realidad nada de eso pasó. No se si fingo como un niño finge fiebre para no ir al colegio y para ser creíble tiene que sostener esa ficción (como cualquier otro que lo cree). Eso también es una pérdida. El fingir marea.
En realidad, creo que se finge porque se siente que ciertas partes de la realidad son una ficción extrema. Que es así o que mi mirada las transforma. Tan mareada o desaprendida, lisiada reaprendo a moverme como si me hubiera olvidado de como hacerlo. Y en verdad, así lo creo. O quiero creerlo.

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